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30 años de democracia: La crisis profunda, detrás de cámaras

Pensar que había noches que me acostaba en Olivos siendo presidente y no sabia si al despertarme, lo iba a seguir siendo”. La frase me la confesó el ex presidente Raúl Alfonsín, en una cena que compartimos con otros amigos a pocos meses de que dejara la Presidencia en manos de Carlos Menem.

Y sintetizaba todo lo que ese hombre había pasado como presidente, en el reinicio democrático, acechado por un poder militar al que le costó asumir el triunfo del radical, que les había anticipado que no habría impunidad para ellos.

El histórico Juicio a las Juntas, impulsado por Alfonsìn, estuvo a punto de no hacerse. Los radicales màs conservadores de su gabinete, le llevaron al ex presidente la idea que se evitara la exposición publica de los ex jerarcas militares a cambio de cierta confesión de sus responsabilidades.

Pero Alfonsìn lo rechazó de plano y ordenó que se siguiera adelante con el mismo.La rebelión carapintada de Semana Santa del 87 fue la primera prueba de fuego de la democracia, superada con éxito, gracias a que la ciudadanía salió a las calles y a que el peronismo, por primera vez en su historia, hiciera causa común con un gobierno democrático y defendiera las instituciones, poniéndose al lado del presidente en el balcón de la Rosada.

“Golpe técnico” lo denominó el entonces jefe del Ejército Ríos Ereñú, que no pudo, o no quiso, dominar a los sublevados. La Fuerza Aérea fue la única que se puso 100% del lado de Alfonsín y se ofreció a reprimir, en la cabeza del brigadier Crespo, que le dijo a Alfonsìn: ”En mi familia no hay traidores y yo estoy junto a usted”.

La decisión de Alfonsin de ir a Campo de Mayo, fue un impulso y una jugada al todo o nada del ex presidente, resistida por su entorno íntimo. En ese tenso encuentro cara a cara con Rico y otros sublevados, que incluso lloraron delante de él, recordándole que eran héroes de Malvinas. Alfonsìn les exigió, cuando quedó solo con ellos, que depusieran las armas y se sometieran a la justicia militar. Amnistía pedían ellos, a lo que no accedió el ex presidente.

“Había que estar en ese momento con esos tipos, que metían miedo y estaban dispuestos a todo? tuvo mucho coraje Alfonsìn” me contó años después el fotógrafo presidencial Víctor Bugge, testigo presencial de los hechos.

“No sé por qué la gente se enojó conmigo después, solo porque dije: ‘La Casa está en orden, Felices Pascuas, no se ha derramado una sola gota de sangre’? Había conseguido la rendición sin concesiones”, se preguntó siempre el ex presidente, quien recordaba que durante la campaña había hablado de las distintas responsabilidades de los que habían participado de la lucha antisubversiva.

“El alzamiento de Seineldín en Villa Martelli y después La Tablada, me reventó, nos terminó como gobierno? la gente en el mundo vio que no teníamos gobernabilidad”, se lamentaba años después Alfonsín, en uno de los recuerdos más amargos de su paso por el gobierno.

“Evidentemente me quisieron sacar escupiendo sangre del poder? boicotearon el Plan Primavera, armaron los asaltos a los supermercados, los carapintadas y hombres del justicialismo? y ganaron las elecciones (los peronistas) que era lo que querían”, sintetizaría Alfonsìn sobre el final de su gobierno. Y lo que nunca le perdonaría a Menem fue que siempre dijera que le “tiró el gobierno por la cabeza”.

Fue Rodolfo Terragno el que negoció con el entonces presidente electo, Carlos Menem, en la Rioja, la entrega anticipada del poder, que primero seria en octubre del 89, y después Alfonsìn adelantó al mes de julio, cansado del hostigamiento peronista que hacia ingobernable la Argentina.

Sin embargo, como hombre de la democracia, Alfonsín no dudó; pese a la oposición de buena parte del Radicalismo y de los diálogos duros con hombres de su riñón como Storani o Losada, llevaría adelante la negociación política con Carlos Menem que desembocó en el Pacto de Olivos (Alfonsin decía que era acuerdo) para reformar la Constitución que permitió la reelección a Menem.

“Si no acordábamos salía una reforma pésima, que hubiera sido peor que la del 49? y logramos introducir modificaciones clave, acuerdos internacionales y hacerla más moderna” recordaría el ex presidente.

Tal vez, para tomar cierta venganza política del peronismo que lo había sacado del poder en el ‘89, Alfonsìn acordó con el líder del Frepaso, Carlos “Chacho” Álvarez, en el ‘97, la denominada Alianza entre radicales y frepasistas, Una vez más, su muñeca política y su visión estratégica lo hicieron deponer ciertos enojos y rencores que guardaba hacia Chacho, por los duros cuestionamientos de este por el Pacto de Olivos.

Después de meses de idas y vueltas y de negarse ambos a encontrase cara a cara “por lo que tenían para decirse”, lo que nació como una producción periodística que logré para el programa “A Dos Voces”, que conducíamos con Marcelo Bonelli, terminó en un hecho político de relevancia. Esa tarde (porque el programa había sido grabado), después que terminara la grabación, Alfonsìn y Chacho se fueron a conversar detrás de los decorados del programa y en 20 minutos se pusieron de acuerdo:”Chacho hable con Fredi y acuerden todo”, se despidió Alfonsin.

Era un miércoles. El sábado siguiente, sorprendiendo a todos, en la casa de Federico Polak, nacía la Alianza que derrotaría al peronismo.

Chacho nunca quiso ser el vice de De la Rua. Lo obligaron las circunstancias, y así le fue. Como Alfonsin, despreciaba por su condición de “conservador” al radical.

¿Asumió enfermo De la Rúa? Su entorno siempre dijo que, al menos “no era el mismo después de la operación a la que se sometiera antes de asumir” y que estaba medicado.

“No puede ser presidente una persona que se pasa revisando expedientes para ver si están bien redactados”, me confesó un intimo colaborador de De La Rúa, en las postrimerías de su gobierno.

Tras su renuncia Chacho intentó volver al poder. La idea era que Cavallo sea ministro de Economía y Chacho, jefe de Gabinete. Con esa idea se lo convocó a Cavallo.

Pero cuando De la Rúa le comunicó la decisión a Cristian Colombo, entonces jefe de Gabinete, a quien le ofrecían ser ministro del Interior, este se retobó, amenazó con irse, y De la Rúa no se animó a seguir adelante con el plan.

Chacho se quedó en el Hotel Castelar esperando un llamado de Olivos, que nunca se concretó.

La llegada de Ramón Puerta a la Presidencia del Senado de la Nación, en diciembre del 2001, fue el comienzo del fin para De la Rúa. “Ahora vamos por todo”, me confesó ese día un gobernador peronista, mientras entonaban la marcha en el Senado.

De la Rúa ató su suerte a Cavallo. En la famosa reunión de Caritas, a principio de diciembre del 2001, todos los sectores políticos, sociales y gremiales reunidos convocados por al Iglesia, le propusieron que lo sacara. De la Rúa se enojó con todos, se levantó y se fue.

A la reacción popular del 19 de diciembre, espontánea por el corralito, siguieron los hechos armados por un sector del peronismo del día 20.

La madrugada del 19 al 20 fue caótica y hasta delirante. Desde el gobierno incentivaban a los medios a decir que Cavallo había renunciado, cuando no lo había hecho. La reuniones entre peronistas y radicales se sucedieron en la madrugada para tratar de “salvar” a De la Rúa.

La gente estuvo a punto de saltar el muro de Olivos e ingresar a la quinta. Desde adentro, estaban listos para disparar. Y a todo esto, De la Rúa dormía en el Chalet presidencial.

Alguien intentó esa madrugada advertirle al presidente que la situación era terminal, pero fue echada de Olivos por “alarmista”.

El 20 por la tarde, mientras en su despacho De la Rúa preguntaba “si en la Plaza disparaban con FAL”, y meditaba entre intervenir la Provincia de Buenos Aires o renunciar, uno de sus fieles colaboradores le dijo:”Fernando, ya está, tenes que irte”.

El helicóptero, que nunca se posó sobre la Rosada porque podría haber derrumbado el viejo edificio, se llevaba otra frustración argentina.

Al día siguiente volvió, para tratar de que su última imagen no sea la foto que ya recorría el mundo. Demasiado tarde. Rodríguez Saá se “coló” como presidente. Muchos ya miraban hacia Duhalde.

Pero con el apoyo de las provincias chicas peronistas y su rapidez, ante la consulta sobre quién debería ser el presidente de la transición –reunidos todos los gobernadores en el Senado– él levantó la mano y dijo: ”A mí me gustaría”.

Y rápidamente fue coronado con el aplauso de sus pares. Duhalde, que aguardaba en un salón contiguo su nominación, debió aceptar con la mejor cara.

La idea central era que Rodríguez Saá se quedara hasta marzo del 2002 y convocara a elecciones. Pero ya en el gobierno, el puntano avisó que venía para quedarse hasta completar el mandato de De la Rúa.

El peronismo se alarmó y le quitó apoyo. Volvieron los cacerolazos y la puerta del Congreso se abrió misteriosamente una madrugada, para que ingresaran a quemar mobiliario. Alguien la abrió.

El 29 de diciembre, Rodríguez Saá convocó a los gobernadores peronistas a Chapadmalal, para armar un plan económico. Esa noche, hubo un extraño corte de luz que dejó a oscuras el chalet presidencial, y que obligó al presidente, a dormir en un sillón.

El domingo 30, los gobernadores más importantes del peronismo faltaron a la cita. Mientras estaban reunidos, un colaborador se le acercó y le comunicó al presidente, que una “pueblada furiosa” avanzaba sobre Chapadmalal.

Rodríguez Sáa no lo pensó dos veces. Les comunicó a los presentes que renunciaba y que se iba a su provincia, San Luis, el lugar donde se sentía más seguro.

Lo de la pueblada era mentira, y parte de un plan. En la puerta del complejo, no más de 20 personas pedían por sueldos atrasados.

El presidente y los presentes salieron con lo puesto. En el apuro, se olvidaron a Antonio Cafiero y al economista Dante Sica, que en un chalet contiguo trazaban las líneas de lo que sería un plan económico.

Debieron irse “trepados” en el camión que llevaba provisiones a la residencia. A las 18 de ese domingo, anuncié –en exclusivo por TN– que el presidente había renunciado y se dirigía a San Luis. Nadie lo podía creer. Colaboradores de Rodríguez Saá me llamaban y “me puteaban por irresponsable”. Ni ellos sabían de la determinación que había tomado el entonces presidente.

Puerta anunció, en dialogo con nosotros, que no asumiría y entonces la posta pasó a Camaño.

Eduardo Duhalde se enteraba de la flamante situación, mientras estaba jugando a las cartas con sus amigos.
“Me llegó el turno”, dicen que dijo.

A Kirchner le ofreció ser jefe de Gabinete. El santacruceño rechazó el convite. Pero antes le hizo una broma a la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner. “Voy a ser el jefe de Gabinete de Duhalde”, le dijo vía telefónica. Del otro lado el silencio se hizo prolongado, hasta que Cristina explotó: ”Vos aceptás y yo te armo una línea interna acá en Santa Cruz”.

Lo demás, es historia conocida. Duhalde le ofreció a Felipe Solá ser el candidato presidencial, pero este pensó que Duhalde le mentía y no aceptó.

Reutemann también se negó, porque aseguraba que Duhalde le quería tirar el gobierno por la cabeza, porque quería anunciar el 9 de julio del 2002 que el Lole era el elegido. En realidad, Reutemann no se animó porque veía el panorama negro para el futuro. Eso fue lo que vio, ninguna otra cosa.

De la Sota no funcionó. Y Kirchner, de puro corajudo, le dijo que sí. Soñaba con ser Presidente de la Nación, pero su plan era para el 2007. El destino se le adelantó 4 años.

Gustavo Sylvestre
Periodista, conductor de Mañana Sylvestre por AM1030 Radio Del Plata, y Con Voz Propia en la señal de cable A24.

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