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No agigantar las olas

Vamos a esperar hasta abril. No queremos echar leña al fuego ni enquilombar más la cosa, pero no podemos negar que estamos preocupados por la inflación.

-Aguanten, ya sale el acuerdo de precios para descomprimir.

-¿De qué precios hablás? ¿De los de septiembre o noviembre?

La conversación entre miembros de la CGT Balcarce (entre los que estaban Antonio Caló, Omar Viviani, José Luis Lingieri, Mario Caligari, Andrés Rodríguez y Jorge Lobais) y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, refleja uno de los dilemas que enfrenta la coyuntura política, económica y social, sacudida de pronto por levantamientos policiales que hicieron estragos en varias provincias, entre ellas Córdoba, Tucumán, Santa Fe y Chaco.

-Las paritarias seguirán siendo libres, muchachos, pero necesitamos para dar previsibilidad que negocien los convenios colectivos por dos años, pidió sin anestesia Capitanich.

En lugar de provocar dolor, arrancó las risas generalizadas de los sindicalistas.

«Conformate si te la hacemos por un año», respondió el metalúrgico Caló, a quien en su gremio le están planteando seguir con la lupa, día a día, los acontecimientos y pactar por 6 o 9 meses. No más.

Luego de esa entrevista, el ministro Axel Kicillof y el secretario de Comercio, Augusto Costa, precisaron detalles de la canasta familiar de 180 productos que deberá estar vigente a lo largo del 2014, con adecuaciones trimestrales que despejen las incertidumbres, favorezcan las inversiones y establezcan un camino de normalidad hacia el recambio presidencial del año siguiente.

Reunido en el camping de Ruta Sol con 370 delegados de todo el país, Caló se permitió hacer un balance de la situación. «No me gusta hablar con la prensa, porque cada vez que me voy de boca se arma lío y los hombres de la presidenta se enojan», se sinceró.

Dijo que en un cuadro de gran complejidad, la actividad no ha tenido serios trastornos ni sufrido merma laboral, aunque reconoció que algunas terminales bajaron la producción por problemas con autopartes.

Sus compañeros expusieron la crudeza con que se vive en algunos lugares y clamaron por no quedar rezagados con los reclamos que por estas horas movilizan a trabajadores estatales y a los camioneros de la CGT rebelde. «Miren, ni (Hugo) Moyano, que acaba de lograr un bono de fin de año, sacó los pies del plato. Salir ahora a la calle no le conviene a nadie, mejor que la cosa se calme. Lo peor que nos puede pasar es que vuele todo por el aire y se caiga el modelo. Dejémonos de joder, no hay que hacer olas», expuso un inusualmente verborrágico Caló.

En criterio de Caló, no hay que apurarse a abrir las paritarias «¿Para qué? Nadie sabe lo que va a suceder mañana», indicó sin dejar de advertir que volverán a juntarse y debatir otras variantes de acción si el panorama sufre un vuelco rotundo.

Cuando abordó el tema de las diferentes rebeliones policiales, compartió las demandas salariales pero rechazó la protesta a punta de pistola que incitó a los saqueos. Sin embargo, fue duro con los titulares del poder ejecutivo, en especial con el cordobés José Manuel De la Sota.

«No puede ser que nadie le haya soplado que se iba a armar un despelote tan grande. Si no está al tanto de lo que pasa no está en condiciones de ser gobernador», se endureció.

Al avanzar en ese sentido, tomaron el micrófono otros delegados. El de Tucumán, Marcelo Sosa, un morocho aguerrido más bien parco, atacó sin miramientos al mandatario José Alperovich. Señaló que sabía que se venían los disturbios porque sacó autos de su concesionaria, pero después no dio cuenta a la presidenta Cristina Fernández, de los tumultos que colocaron al jardín de la República «al borde de la guerra civil», según aventuró.

Sosa destiló bronca y llegó a asegurar que los muertos en Tucumán fueron 16 por lo menos.

Luego, el chaqueño Enrique Paredes refirió las horas dramáticas transcurridas en la provincia de Capitanich donde «dos ministros estuvieron secuestrados por los uniformados y hubo tiros a rolete».

Afirmó que al actual gobernador «lo engrupieron desde la Rosada» y sólo llegó la Gendarmería luego de que ciudadanos paraguayos, dueños de supermercados, resistieron a balazos el pillaje.

Aún en trincheras distintas, las vertientes sindicales seguirán insistiendo en ir adecuando el mínimo no imponible para la cuarta categoría y en requerir fondos para las obras sociales. No será fácil lograr que se bajen del caballo, pese a que se levantan voces moderadas desde la oposición al kirchnerismo para que se calmen los ánimos y se desinflen momentáneamente las expectativas.

Recorriendo la misma vereda que Cristina, Daniel Scioli (quien dispuso un fuerte dispositivo preventivo en zonas carenciadas del Gran Buenos Aires), se vuelve a diferenciar, para neutralizar a Capitanich (algunos sostienen que su estrella no brilla como en los primeros días de gestión) y a Sergio Massa. Por un lado, renovó su gabinete y se reunió en secreto con Moyano. Por el otro, con Fernando Espinoza, el intendente de La Matanza, copó el PJ bonaerense, con el aval de 400 mil afiliados. «La tropa se va reordenando», se confió a su lado. Pero todavía no alumbró un liderazgo definitivo que reemplace al de Cristina Kirchner.

El gobierno nacional presenta flancos débiles hacia los que se concentran sus detractores. Igual, Capitanich y Kicillof avisaron que habrá controles militantes a través de jóvenes con remeras estampadas que expresan: «miramos los precios».

Además, como había anticipado el senador Miguel Pichetto, el Congreso aprobó el ascenso a teniente general del jefe del Ejército, César Milani, experto en inteligencia. Hubo serios cuestionamientos basados en un informe del CELS, de Horacio Verbitsky, pero triunfó la postura de Cristina.

La intransigente Hebe de Bonafini, de Madres de Plaza de Mayo, defendió a Milani frente a las «difamaciones» de Verbitskty (a quien le recordó que también se equivocó al criticar al papa Francisco), y se congratuló de que «el Ejército empiece a trabajar en lo que tiene que hacer, bien cerca del pueblo».

Uno de los cometidos del oficialismo, como se adelantó desde estas páginas, «es desarticular los asuntos policiales ilegales callejeros» y democratizar a esa institución, ahora que las fuerzas armadas están subordinadas al poder político. Un objetivo arduo en vísperas de las vacaciones.

Arnaldo Paganetti, diario Río Negro

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