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Mi encuentro con el Papa Francisco

Respondiendo a una invitación del propio Papa Francisco, este martes tuve el honor y la emoción de participar de la misa privada matutina que diariamente en la Capilla de Santa Marta, donde reside, y oficia el santo padre. Viajé especialmente para ese momento inolvidable,que como creyente,no se me olvidará jamás.

La Capilla es muy simple, con una imagen central de Jesús en la Cruz y en un costado una imagen en relieve de la Virgen y el Niño.

Puntualmente a las 7 el Papa ingresó solo, sin monaguillos, y comenzó el oficio religioso. Previamente uno de los colaboradores del Pontífice elige entre los pocos invitados -no más de 20- a las personas que leerán los textos bíblicos, quienes oficiarán  como monaguillos en el momento de la consagración,  y entre los sacerdotes presentes quien leerá el Evangelio.

El Papa hace la homilía sobre las lecturas del día. El martes, un día después de la Fiesta de la Epifanía,muy celebrada en el Vaticano, donde el Papa envió un mensaje especial a las iglesias orientales católicas y ortodoxas, que celebran ese día el nacimiento del Señor, Francisco centró su homilía en los dones del espíritu santo, y la necesidad de que los seres humanos que transitamos a diario en este mundo convulsionado, podamos distinguir entre el espíritu del mundo y el espíritu santo.

Francisco expresó: «Muchas personas viven sin saber lo que sucede en su corazón. Pidamos la gracia de permanecer en el Señor y distinguir el espíritu de Dios del espíritu del mundo,para que nuestro corazón sea el punto de encuentro entre Dios y nosotros».

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Más adelante, el santo padre exhortó a reconocer lo que nuestro corazón expresa a diario, escucharlo y sentirlo,y no dejarse enceguecer por lo mundano o lo superficial ,que muchas veces termina en la corrupción de actos cotidianos.

La homilia la brinda de una forma tan sencilla, explicativa y con humildad que llega a todos. 

Al término de la celebración, el Papa se sienta entre los presentes y ora en silencio durante unos diez minutos.

Una vez concluido con ese ritual, llegó el momento del encuentro. Y la emoción fue enorme. Grandísima fue la sorpresa cuando me recibe con un «¡Hola Gato!». 
Fue el instante en que le entregué una carta que le escribí sobre distintos aspectos de la realidad nacional, del trabajo profesional y sobre facetas personales.

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El Papa en todo momento de muy buen talante escucha con atención, sonríe en forma permanente y se pone serio al momento de la bendición familiar y de objetos religiosos que habíamos llevado.

Me alegra verlo tan activo. En forma excelente, lúcido y atento, y muy bien informado…

Esta mañana cuando llegue a Buenos Aires y enciendo el celular, mi sorpresa fue mayor: encuentro entre los mensajes de voz uno del propio Papa Francisco, para agradecerme la visita y comentarme que había leído la carta que le había entregado horas atrás.

Un enorme gesto que lo pinta de cuerpo entero. Hoy mi admiración hacia su persona y su obra es aún mayor, en vista de su gran muestra de humildad.

Miércoles 8 de enero de 2020

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